Sin entrar en más detalles sobre la legalidad, legitimidad y ausencia de transparencia del referendum a celebrarse en Crimea, quiero comparar este proceso con dos referenda: el de Québec, la región francófona de Canadá, y el de Escocia, a celebrarse el 18 de septiembre de este año.
La iniciativa de un referendum escocés sobre la independencia tuvo impulso cuando el Scottish National Party (SNP) ganó la mayoría absoluta del parlamento de Escocia. Si bien esto le daba autoridad moral a su referendum, su convocatoria ha sido fruto de un acuerdo entre las partes involucradas. El Parlamento escocés lo aprobó en diciembre del 2012, las dos cámaras del Parlamento británico en enero del 2013 y la Reina lo promulgó en febrero del 2013. El proceso de la consulta está regulado por una Comisión Electoral y se utilizará el padrón de los comicios locales. Se votará "sí" o "no" a la independencia de Escocia del Reino Unido. Lo interesante es que la alternativa a la independencia es que el Parlamento escocés tendría más poder que ahora de acuerdo a la Scotland Act del 2012 -además de permanecer en el Reino Unido-, si la mayoría optara por el "no". Esta opción no es la que los independentistas quieren, claro está.
Este referendum nos trae a la memoria los dos que se han celebrado en Québec, en donde los francófonos del Parti Québécois han propuesto su independencia de Canadá. El Parti Québécois fue fundado en 1968 y ganó la elección regional en 1976, con el 41% de los sufragios, que se tradujo en 71 bancas de las 110 de la Asamblea. En 1978 se aprobó la ley de convocatoria el referendum, que tuvo lugar en 1980. Se preguntaba a los ciudadanos si aprobaban la negociación de un nuevo acuerdo con Canadá, por el cual Québec recuperaría su soberanía, establecería sus propias leyes, impuestos y relaciones exteriores. Con la participación del 84% de los votantes, el 59,5% votó por el No, en tanto que el 40,5% por el Sí. En 1994, el Parti Québécois retornó al poder en la región, y se celebró un nuevo referendum en 1995. En este caso, la pregunta fue más simple y directa: Si se estaba de acuerdo o no con que la Asamblea
declarara la soberanía de Québec.
El margen fue estrecho: por el No votó el 50,58%, en tanto que el 49,42% apoyó al Sí, con la altísima participación del 93,52% de los empadronados.
Tanto en el caso canadiense como el británico, estas consultas se han celebrado tras un proceso de negociaciones dentro del marco legal de esas naciones, en las que las partes acordaron las condiciones y se debatió abiertamente sobre las ventajas y desventajas de la eventual independencia. Los partidos políticos, la sociedad civil, los ámbitos académicos y los medios de comunicación expusieron -y exponen- los distintos puntos de vista en libertad, sin presión de los gobiernos involucrados.
Contrastan, pues, con la celeridad que ha impuesto el nuevo gobierno de Crimea a este referendum envuelto en sombras.
Bibliografía consultada:
Adam Taylor, "Crimea is not Scotland", en The Washington Post, 7 de marzo del 2014.
Ian McLean, Jim Gallagher y Guy Lodge, Scotland's Choices: The Referendum and What Happens Afterwards. Edinburgh, Edinburgh University Press, 2013.
Matthew Mendelssohn y Andrew Parkin (comp.), Referendum Democracy: Citizens, Elites, and Deliberation in Referendum Campaigns. New York, Palgrave, 2001.
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