La canciller democristiana (CDU) Angela Merkel, junto a sus socios de la CSU bávara, logró finalmente el acuerdo de gran coalición con el partido socialdemócrata (SPD), liderado por Sigmar Gabriel.
En pocas oportunidades, en la Alemania de posguerra, se formaron grandes coaliciones: la primera entre 1966 y 1969, siendo canciller Kurt Kiesinger; la segunda, en el primer gobierno de Angela Merkel, entre 2005 y 2009. Ahora se inauguraría la tercera hasta el año 2017, con la particularidad de que en esta legislatura no estará presente el FDP, el partido liberal que suele ser socio en las coaliciones con la CDU y CSU. Como oposición en el Bundestag quedarán los Verdes (Grünnen) y la Izquierda (Die Linke).
Esta tercera gran coalición (Grosse Koalition) fortalece la postura de la República Federal Alemana y de Merkel en particular en la Unión Europea, sobre todo cuando ya hay signos visibles aunque tímidos de una lenta recuperación económica.
El eje franco-alemán sobre el que se apoyaba el proceso de construcción europea está endeble, no sólo porque la nación germana sigue siendo el motor de la economía del Viejo Continente, sino porque Francia no logra salir de su mal desempeño económico y su presidente, François Hollande, es una decepción para sus conciudadanos, tal como lo reflejan las encuestas de opinión. La urdimbre tejida por Charles De Gaulle y Konrad Adenauer para recuperar el prestigio europeo tras la segunda guerra mundial, aliando a dos países que estuvieron enfrentados, tenía un objetivo político y económico, haciendo frente a dos superpotencias emergentes: Estados Unidos y la Unión Soviética. Si bien hoy el escenario es sustancialmente diferente a aquel mapa de la guerra fría, el contrapeso galo era bien recibido por muchos europeos occidentales.
La Alemania de hoy no es la del pasado imperial, racista y expansionista; es ahora una democracia parlamentaria con una sólida economía de mercado y que ha demostrado su capacidad de liderazgo en la crisis europea. Aun cuando Angela Merkel siga como canciller un tercer período, los equilibrios institucionales en la República Federal Alemana y en la Unión Europea son lo suficientemente estables para que ninguno de los actores pueda imponer su opinión sin atender a los demás. En las circunstancias que atraviesa Europa, es auspicioso que Merkel haya tenido un respaldo claro de la ciudadanía, ya que la Unión Europea necesita exhibir una posición fuerte frente a una Federación de Rusia cada vez más autoritaria y un gobierno de Estados Unidos desprestigiado por sus errores políticos.
En pocas oportunidades, en la Alemania de posguerra, se formaron grandes coaliciones: la primera entre 1966 y 1969, siendo canciller Kurt Kiesinger; la segunda, en el primer gobierno de Angela Merkel, entre 2005 y 2009. Ahora se inauguraría la tercera hasta el año 2017, con la particularidad de que en esta legislatura no estará presente el FDP, el partido liberal que suele ser socio en las coaliciones con la CDU y CSU. Como oposición en el Bundestag quedarán los Verdes (Grünnen) y la Izquierda (Die Linke).
Esta tercera gran coalición (Grosse Koalition) fortalece la postura de la República Federal Alemana y de Merkel en particular en la Unión Europea, sobre todo cuando ya hay signos visibles aunque tímidos de una lenta recuperación económica.
El eje franco-alemán sobre el que se apoyaba el proceso de construcción europea está endeble, no sólo porque la nación germana sigue siendo el motor de la economía del Viejo Continente, sino porque Francia no logra salir de su mal desempeño económico y su presidente, François Hollande, es una decepción para sus conciudadanos, tal como lo reflejan las encuestas de opinión. La urdimbre tejida por Charles De Gaulle y Konrad Adenauer para recuperar el prestigio europeo tras la segunda guerra mundial, aliando a dos países que estuvieron enfrentados, tenía un objetivo político y económico, haciendo frente a dos superpotencias emergentes: Estados Unidos y la Unión Soviética. Si bien hoy el escenario es sustancialmente diferente a aquel mapa de la guerra fría, el contrapeso galo era bien recibido por muchos europeos occidentales.
La Alemania de hoy no es la del pasado imperial, racista y expansionista; es ahora una democracia parlamentaria con una sólida economía de mercado y que ha demostrado su capacidad de liderazgo en la crisis europea. Aun cuando Angela Merkel siga como canciller un tercer período, los equilibrios institucionales en la República Federal Alemana y en la Unión Europea son lo suficientemente estables para que ninguno de los actores pueda imponer su opinión sin atender a los demás. En las circunstancias que atraviesa Europa, es auspicioso que Merkel haya tenido un respaldo claro de la ciudadanía, ya que la Unión Europea necesita exhibir una posición fuerte frente a una Federación de Rusia cada vez más autoritaria y un gobierno de Estados Unidos desprestigiado por sus errores políticos.
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